Hice un episodio de rabieta cuando vi que mi mamá regaló mi
cocinita. Medía poco más de 1 metro, tenía ollas, jarras, vasos, y hasta un
juego de té. En el respaldo tenía su
campana y unas cortinas con flores, los gabinetes eran verde guisante y traía unas
figuras de alimentos para jugar.
Tuve una cocinita, una aspiradora, varios bebés que hacían
pipí, burbujas y demás. También tuve maquillaje de niña y un ken que era
polígamo y hasta zoofilico, de eso me daría cuenta tiempo después, para mí,
macho era macho y no importaba si era peluche o era Barbie. Creo que todas
hemos tenido juguetes similares. En estos días conversaba con una amiga que
fuimos criadas para ser la ama de casa perfecta, cocinar, lavar, barrer y
atender a los niños. Mamá siempre me
decía que me iba a casar con un buen hombre, profesional, educado y culto. Creo
que a todas nos dijeron lo mismo alguna vez.
Fuimos criadas como princesas, unas más que otras, con
cortinas de Disney y Barbies que se botaban cuando el cabello se dañaba por el
shampoo. Creo que todas nos probamos los
tacones de mamá y recibimos algún regaño por gastar el perfume.
A mí nunca me dijeron que estaba bien dejarse llevar de vez
en cuando si tomas precauciones. No
recuerdo haber escuchado que los chicos tatuados y con pulseras de púas
lloraban, y lo vi. Un buen amigo de la
universidad tenía el cabello largo, una guitarra llevada y se vestía siempre de
negro, fumaba como chimenea y me hacía reír y aconsejaba como pocos en mi vida.
Nunca escuche en las conversaciones femeninas de cocina acerca de las fantasías
sexuales o los anticonceptivos. Por tener las conversaciones de la tía abuela
en la cabeza, me devané los sesos cuando me enteré,-seis meses después- que mi
novio era casado. Y a mi madre le
brillaron los ojos cuando escuchó a aquel decirme que fuera escogiendo la tela
para el vestido de novia porque El había llegado.
El vestido, la casa y el perro es una fantasía que se lleva
en el cromosoma X. Hombres y mujeres por
igual sufren la presión de la gran boda, el gran esposo o esposa, los hijos y
la hipoteca. Las abuelas nunca te dicen
que quizás debas ir contra lo que has estado escuchando toda tu vida. Quizás tu
príncipe no es azul, viene en burro o sólo te toca besar sapos hasta que
termines amargada y sola. Quizás te
enamoras de un hombre casado, quizás te gusta un casado que sólo te busca como
bastón emocional cuando tiene un problema que no puede hablar con su mujer, la
que tira bien, pero no sabe escuchar. La
abuela nunca me dijo que Sexo mata sentimientos, que los hombres prefieren
amoblar su infierno antes de luchar por su paraíso. La abuela nunca me dijo que
quizás yo fuera usada.
Me gustaría que las abuelas nos ensenaran a defendernos, a
creer en nosotras mismas. En vez de bebés y cocinitas nos regalaran kits de
doctora, maletines y si regalan juegos de te, que sean para alentarte a ser
diplomática. Ojalá la confianza en nuestra femeneidad se inculcara desde
temprano para no andar lidiando con miedos cuando nos baja la regla por primera
vez. Ojalá tuviéramos abuelas modernas, que nos dijeran que tiremos con los que
nos de nota, con precaución, pero siendo una dama y comportándonos como tal.
Ojalá, las abuelas, madres, tias dejaran de ser las hadas
del cuento y nos pusieran los pies en la tierra para vivir sin remordimientos
sin fundamentos. Ojalá pudiéramos borrarnos
el disco duro de tantas utopías y comprender que, definitivamente, no es lo que
deseas, es lo que necesitas, lo que te hace felíz.
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