"Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia".
John Donne
Mi niñez
transcurrió, en parámetros normales, con tranquilidad. Aunque fui víctima de
bullying, para ese momento no había planteamientos muy extendidos sobre el tema,
y mis llantos los resolvía mi madre como toda madre venezolana en los años 80:
“¿Tú eres
pendeja?”
Más tarde,
me encargaría yo de mis complejos. Y sí, a veces era muy pendeja. Lloraba
porque atacaban mi físico o porque siempre ganaba la misma niñita en la
elección de la reina: La rubia, flaquita, hija del director. Y viví buena parte
de mi época escolar muy ofendida, pero el consuelo materno me hizo crear callo,
y como la mayoría de mi generación, salí adelante sin dañar mi integridad
física.
Quizás por
crecer en este contexto venezolano donde el bully está en la propia casa, me
resultan muy fuera de lugar ciertas respuestas de las nuevas generaciones a
determinadas situaciones. Creo en el feminismo original, como un movimiento
necesario para la igualdad de derechos; creo en la defensa de las minorías,
precisamente por un sentido de justicia; creo en la libertad de expresión,
necesaria para que ninguna voz sea silenciada, pero últimamente, esa soberbia
millenial de pensar que solo hay una verdad, la de ellos, me resulta escalofriante.
Ningún extremo es sano.
En un
mundo más avanzado, con más recursos, y gente cada vez más preparada, tenemos a
grupos de mujeres que dicen defender su género mientras protestan denigrando su
cuerpo y su condición de mujeres, viéndose como bestias despojadas de la
sutileza femenina, no las entiendo. Los hombres ya no pueden galantear sin
preguntar con cierto recelo, porque hasta pagar la cuenta puede ofender a
ciertas mujeres. Debo decir que soy de la vieja escuela, me gusta un hombre
galante, que me haga cumplidos y pague la cuenta, ya el mundo está bastante
jodido y hay suficiente oportunidad de enfrentarlo sola demostrando que no
somos ningún sexo débil. ¿Por qué resulta tan difícil y ofensivo ser objeto de
deseo estos días? ¿En qué momento hirieron tanto a estas ofendidas para mostrarse
tan desafiantes?
Todos
estamos rotos en este mundo de la posverdad, el reto es retirar el dedo de la
llaga con inteligencia. Veo millones de almas que descubrieron el poder de la
multitud para dirigir las acciones a su antojo, y ojalá fueran acciones tan
importantes como destronar un tirano, pero no, en la geopolítica no hay 4to
poder, eso es otra discusión. En mi panorámica, una horda de cada grupo
minoritario se da a la tarea de ofenderse por turnos, avanzando cada vez por un
planeta que se obliga a ser políticamente correcto en su fachada. Y los ofendidos pueden lograr que despidan un profesor de una universidad, que crucifiquen en redes a una personalidad por un comentario desafortunado, pero mientras no cambien leyes y estructuras, sus progresos serán ladrillos sin cemento.
Debo decir que el grupo LGBTI es el mejor
portado y más elegante, mi único reclamo para los suyos es que la biología lleva
más años adelante que los paradigmas. La miss España polémica sigue siendo un
hombre modificado para los efectos del caso, y debía competir en un concurso
para tales señoritas (nótese que acepto a cabalidad referirme a él como ella,
por un respeto que hasta defiendo con ellos) porque de lo contrario, incurre en
una injusticia para las otras mujeres nacidas como tal, ¿o no? Aún no estoy lo
suficientemente evolucionada para aceptar un género mental y otro biológico.
Soy mujer de ciencia y leyes, para estos fines eres hombre o mujer.
Discutir
sobre minorías étnicas y religiosas son las aguas más profundas, y no es mi
intención que esta publicación sea por entregas. Mi idea es manifestar mi
preocupación por la visceralidad in
crescendo de las nuevas generaciones, atacando por todos los flancos,
haciendo del mundo un lugar más hostil en vez de mejorarlo. No puedo estar
contenta por un mundo en el que, dando mi opinión, hasta del tema más ingenuo,
ofendo al que difiere de mi punto de vista. Porque nadie es dueño de la verdad,
solo tenemos puntos de vista. Pero tenemos una herencia en filosofía, ciencia y
leyes a la cual nos debemos porque son los pilares de la civilización. Me
preocupa una intención de limpiarse el culo con la herencia griega y romana,
basado en movimientos emotivos, que no son más que eso: hígado tóxico.
Pueden pasar
otras décadas y la canción bandera de John Lennon seguirá siendo coreada por sujetos
intensos que se creen con el derecho y la misión de incendiar una boutique por
pertenecer a un mundo que los execra, convirtiéndolos en lo que atacan. Abogo
por un mundo más tolerante, de parte y parte, porque las luchas de los diversos
grupos oprimidos que han ganado terreno se han hecho en paz, logrando cambiar
leyes y, con argumentos, paradigmas. Creo en la lucha inteligente donde la
violencia no sea más que el recurso de los disociados, que debemos extinguir
con discernimiento. Por supuesto, el mundo y las civilizaciones evolucionan,
quizás falta muy poco para que todos tengan un lugar en las leyes y destronen
mentes cuadradas, ya ha avanzado mucho el tercer sexo, van bien muchaches…Pero
mientras, tolerancia, porque no pueden pedir al mundo algo que
ustedes no son capaces de dar. Y a manera de recordatorio: memento mori.
Y nadie se muere más que otro. Por dentro, somos iguales...al menos, por otros miles de años.
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