Tuesday, September 23, 2014

De Egos letrados o la operación colchón en papel

Madrugada. Una gabarra en lo que se llama Centro Lago. Mi primer trabajo serio como Second Hand en mediciones de perforación o el pendejo que se desequilibra el cicardiano mientras el más valioso descansa. Para variar en aquella época, la única mujer a bordo. Se pueden imaginar lo que hablan los hombres a solas. Para el equipo, yo era un hombre más, y así aprendí a ser. Me despojé de todo rastro femenino y capitalino para ser un muchachito cualquiera con bragas, botas y casco. Muchas cosas que escuché aún no las he revelado. Los hombres pueden ser muy crueles con las mujeres que los aman.
El caso que me ocupa se refiere a un comentario aquella madrugada. Ella tenía un par de años más que yo, par de cursos y le costaba avanzar. Aún recuerdo la mueca divertida que hizo el líder del equipo cuando confesó que “se lo propuso” y ella aceptó. Meses más tarde, otros compañeros decían lo mismo. Y con el paso del tiempo, vi como esta muchacha estaba más cómoda en las operaciones que yo. Ella era muy suelta, demasiado para mi gusto. Cambiaría con el tiempo, y eso no importaba porque ya estaba bien adelantada en la empresa.
Por cosas de la vida, del mundo petrolero me agarraron con una pinza y me colocaron en una librería sin anestesia, sin haber estudiado letras y sin ningún tipo de experiencia. Con el tiempo, he aprendido cosas, pero lamento ver los mismos vicios en ambientes totalmente opuestos. Uno de ellos: la bien conocida Operación Colchón. Esto no es nuevo, quizás si hubiera estudiado letras, aún estuviera intentando pasar materias. Me tocó derrumbar un pedestal inmenso con un profesor que iluminó mi adolescencia, al enterarme su fantabulosa habilidad para “hacer caer” a las estudiantes. Inserte aquí una imagen de Stalin cayendo. Y así, otros personajes de la muy querida Alma Mater más famosa del país. Escritores, editores. Todos ofrecen sus favores y concesiones para aquella muchachita que acepte abrir sus piernas. Me resulta gracioso que algunos son periodistas muy conocidos, y poco agraciados, por cierto, que los domingos se pasean con la familia y el perro. A veces, tengo arcadas cuando escucho ciertos halagos en las redes sociales para estos penes pensantes que tejen sus redes con palabras ajenas. Por experiencia, si no has leído mucho, te parecen el ser masculino más sensible e inteligente del planeta, llegas a suspirar y allí entiendo que las rodillas no opongan mucha resistencia para separarse. Incluso, algunas no son tan crédulas, guardan los encuentros como trofeos en su bitácora lectora. Me imagino sus recuerdos mientras ven su biblioteca, y quizás sonríen al leer la dedicatoria de estos penes ilustrados.
Hombre es hombre, aunque haya leído toda la biblioteca de Alejandría. Cuando revisas algo de Borges y uno que otro poeta Nobel, te das cuenta que muchas veces sólo tienen buena memoria. Forman su gueto en sus espacios favoritos y juegan a ser los burros de la Granja. Con el perdón de Orwell por la referencia.  Me provoca repulsión que varios de estos especímenes sean calificados de guías en estos momentos oscuros, y hasta sean aplaudidos en su participación en asambleas. No soy beata. Veo pornografía, como todas. Mi aversión a este tipo de hombres es la doble moral. Nos educan hombres que tratan a la mujer como un trozo de carne.  Tampoco soy feminista, hay días en los que me provoca que un hombre me mantenga. Pero quiero creer que son más aquellos hombres que valoran a la mujer pensante, y no se aprovechan de su cargo o nombre mediático. Quiero creer que a muchos los crió una Reina, no una perra.

No les deseo mal, pero están nutriendo el caldo para que sus hijas sean las próximas.


Y usen condón.

Esa noche llamada muerte

Esa noche llamada muerte. Ese libro sobre la muerte. Esa sombra tan temida por el humano. Si reflexiono sobre la muerte, me encuentro con tantos matices. Desde hace algún tiempo, veo muertes aún cuando estamos más vivos que nunca. Muerte no es sólo el despojo del cuerpo físico. Muerte es traición. Muerte es fracaso. Muerte es tristeza. Muerte es desesperanza. Cada día morimos estamos vivos y nos sentimos más vivos al estar muriendo. En gerundio, en acción.
Esa noche llamada muerte es un libro genial de José Tomás Angola Heredia. Relatos cortos para guardarle un buen lugar en la mesa de noche de los más valientes. Pasando página a página, visualicé a un autor divertido ante sus especulaciones de las muertes de personajes históricos. Quién no lo ha hecho alguna vez? Imaginar la expresión de Julio César, la desesperanza de Juana de Arco, el dolor de García Lorca. Y si fuera cierto?
Y si no? Qué más da. Estos relatos que nos brinda Angola Heredia están llenos de fuerza. En palabras sencillas, directas, nos trasladan al momento justo de la sombra. Como espectadores, nos lleva de la mano en un viaje emocional, con la excusa de la historia, donde el mismo Jesucristo tiene cabida.  
Luego de las muertes históricas, se presentan relatos donde el protagonista puede ser cada una de nuestras muertes. Desde una sombra buscando ser adoptada hasta una conversación perversamente literaria.

Esa noche llamada muerte es un libro divertido si se tiene la mente abierta. Personalmente, me gusta mirar la muerte como la mostró magistralmente Ingmar Bergman en El séptimo sello. Ese personaje sombrío que juega al ajedrez calmadamente. Quizás ella no lo disfruta, quizás todo está en nuestra mente. Recomendado.

Poemas selectos y Visión de la memoria. Tomas Transtromer.

La poesía puede ser una postal. Mejor aún, la poesía puede llevarte a lugares remotos. Por qué leer a Tomás Transtromer? Porque su obra ha sido traducida a 50 lenguas? Porque es un Nobel? Mi por qué es más humilde: para sentir.
Aplaudo que unas líneas impresas en un papel leídas en un país tropical me hagan sentir frío. Leer su poesía y dibujar en mi mente un paisaje nórdico. Sentir nostalgia. Frío en el alma. Eso logra Transtromer.
Poemas selectos y Visión de la memoria es una antología muy cuidada. Comienza con una presentación del autor a cargo de los poetas Alexis Romero y Harry Almela. Alexis Romero nos habla desde la sensibilidad poética, mi punto predilecto. Almela toca ciertos puntos técnicos, necesarios para los entendidos. Luego, te sumerges en paisajes sombríos, helados, calles que invitan a la nostalgia, puentes y mucha naturaleza. Poesía paisajista. Postales en letras. Acaso no resulta provocador? Me gusta pensar que la poesía es el alimento del alma. Todos somos poesía, pero pocos lo descubren. El poeta nos hace sentir sin tocarnos. Añoramos algo que ni siquiera es nuestro ni cercano. A este punto de sensibilidad, la poesía cumple su cometido. Debo decir que la poesía de Tomas Transtromer requiere cierto esfuerzo, no es una poesía directa. Los versos deben saborearse hasta sentir una brisa sutil, llegar hasta añoranza. Vale la pena el esfuerzo.

Como broche final, se nos regala Visión de la memoria, un escrito autobiográfico donde el autor nos cuenta algunas anécdotas de su ñiñez. Como buen profesional de la psiquis, Transtromer hace un reencuentro con su niño interno. Quiero pensar, nos quiso abrir un poco la puerta a sus motivos para escribir como lo hace, lo que me resulta muy humilde de su parte. Luego de compartir su poesía tan íntima, qué le quedaba sino abrirnos hacia sus cimientos. Celebro estas páginas.