Thursday, December 14, 2017

Hambre.

“Bisteck, arroz y ensalada. Pollo arroz y ensalada. Pescado, arroz y ensalada. Estoy cansada.”

No recuerdo qué edad tenía cuando le hice este reclamo a mamá, pero sí recuerdo su expresión.  Debía aprender a ser agradecida con los alimentos. De eso se encargó la vida. Ahora, a mis 37 bendigo y agradezco cada cosa que me llevo a la boca. Vivo en Venezuela, un país donde –según estadísticas- el 58% de las familias ya no pone la mesa. Para mí no es necesario ver buitres o gente desfalleciendo en las calles para decir que estamos en el camino de una hambruna. Es cierto que podemos ver los restaurantes colmados y gente haciendo mercados totalmente ilógicos en la situación tan precaria que vivimos. Pero sucede que mi país está totalmente fracturado, y con abismos por los cuatro costados: Gente que se gasta tres sueldos en un cubierto y gente que no puede desayunar un pedazo de pan (porque también, cada vez es más difícil acceder al pan). Gente que tiene acceso a dólares preferenciales y para la cual la vida en Venezuela es una ganga, y gente que depende de un sueldo que se hace agua para alimentarse. La estructura de costos es cada vez más absurda y terrorífica, si dejas una compra para la próxima semana te das cuenta del remarcaje y la locura que nos están llevando a una inflación proyectada de 1033%. Muchas empresas del sector alimentación han sido expropiadas en manos de un estado que se hace llamar socialista cuando es un vulgar comunismo oxidado, esto no hace más que empeorar la situación. Desde hace un tiempo, se ven miles de personas registrando las bolsas de basura en zonas residenciales buscando ya no ropa o enseres sino comida. Cada vez los venezolanos somos más delgados, más fatigados, más tristes. En estos días hablaba con un amigo: No se le puede pedir filosofía al desnudo. Y hoy escuché en radio a una experta en nutrición: son tres generaciones perdidas por desnutrición, un niño desnutrido no se puede desarrollar apropiadamente, tendrá un trabajo de sueldo bajo y será padre/madre de familia pobre que votará por el que le ofrezca una caja CLAP (Una caja con ciertos productos alimenticios que reparte el gobierno por asociaciones comunales) y allí se cierra el ciclo del populismo. La experta utilizó la palabra perversidad.  He pasado por varios estados del pensamiento en estos 18 años de mal llamada Revolución y en estos momentos creo firmemente que toda esta destrucción viene de la maldad, un resentimiento y una ignorancia con la constancia necesaria para destruir un país que pudo ser desarrollado hoy en día. Si bien es cierto que el chavismo se gestó desde antes de 1999 también es cierto que varias personas alertaron del fenómeno social y no les creímos, no nos importaron los pobres, los desasistidos de los cuales dependemos hoy en día para ganar una elección y poder ver una luz en este túnel tan largo.
El hambre es una palabra muy incómoda. La gente no quiere hablar del hambre. Hasta que lo toca. El acceso a la proteína, sea animal o vegetal se está poniendo cuesta arriba. Si tomo el lado metafísico del asunto, queriendo ser comeflor, espero que estemos tomando consciencia de la gratitud, de lo más simple y de la austeridad en el buen sentido para la vida. Lamentablemente, es muy doloroso el aprendizaje. Crecí en un país que botaba enseres cada diciembre, aún casi nuevos. No llego a los 40 años y ahora somos un país donde la basura de unos pocos es el alimento de muchos. He aprendido a ser vegana a la fuerza, a hacer postres con sólo tres ingredientes no convencionales y no me va mal. Por supuesto, debo confesar que tengo amigos muy generosos y también golpes de suerte cada tanto, que me refrescan el camino. La pregunta que me invade en los momentos de reflexión es: ¿hasta cuándo podremos seguir así? Hasta cuándo podremos ingeniárnosla con lo poco que llega…no tengo respuesta, y no he visto al primero que se acerque a una atinada, la verdad. Me siento perdida y no creo ser la única. Mi empleo no me permite tener un vida tranquila, aún sencilla. Todo en Venezuela es un sufrimiento, incluso comer. Sobre todo porque no siempre comer es nutrirse, y nadie mal nutrido puede estar tranquilo.

El hambre es un tema muy complejo, tiene demasiadas aristas y toca susceptibilidades. Sólo quiero dejar testimonio que mi esperanza no se amilana, que seguiré inventando con lo que pueda conseguir, pero también quiero dejar plasmado en este espacio virtual que mi hambre se acrecienta cada día. Tengo mucha hambre, cada vez más, y no es tanto un hambre biológica. Tengo hambre de justicia, hambre de paz, hambre de estabilidad. Los régimenes totalitarios desnutren el alma, y ese vacío lo llena la dignidad que nos es arrebatada en cada vejamen que sufrimos. Lo que vivimos los venezolanos que quedamos en Venezuela es muy fuerte y desolador. No me cabe duda que jamás seremos los mismos.

Thursday, August 3, 2017

Una arepa de chicharrón con queso

Tenía días sin reír, llorando, cuando mi mamá se acercó a mí, me haló por el brazo y me sonrió diciendo:
-“Vamos, vi un dulce de chocolate que te va a gustar en la panadería. Nos tomamos un café, y hablamos pendejadas sentadas en las mesitas”.
Y fuimos. Y así era como mi madre me quitaba de sopetón el despecho por un amor no correspondido.  Y lo hizo varias veces, porque el rechazo ya tiene décadas. Hace siete años ella ya no está para tomarme del brazo en la tristeza, pero a veces me parece sí lo hace.
Tengo días llorando. Nuevo nombre, mismo sentimiento…porque soy terca, porque quiero creer que sí hay alguien por allí al cual darle almohadazos y hacerle reír con mis payasadas. Soy terca. Hoy tomé mi café del trabajo muy dulce, como si la tristeza muriera de diabetes cuando es el cuerpo el que se agrede a sí mismo. Y estaba organizando mis ideas cuando me ponen un platito con arepa de chicharrón rellena de queso blanco, acompañado de una mirada de abuela. Sonreí y agradecí. Terminé llorando porque las mujeres con las que trabajo me han estado consintiendo. Y como un matriarcado que somos, entre nosotras nos sanamos, nos consolamos, nos aconsejamos y nos damos espacio para sanar. Nunca he creído que somos el sexo débil, las mujeres hemos soportado por milenios no solo los embates del ambiente y la vida misma, sino todas las tormentas que tienen lugar en nuestro interior. Y unidas sanamos, siempre. Es ese poder trasmutador y la sabiduría femenina lo que mantiene al mundo.  Con calorcito en la panza, estoy convencida.

Y no, las penas no se resuelven comiendo. Para mí son los antojos; para otra, música; para otra, un paisaje. Cada mujer es un minicosmos con su botiquín de primeros auxilios. Gracias al universo por eso. 

Una arepa de chicharrón con queso a veces es mucho más que eso. A veces, es el mensaje de que todo pasa, y vamos a estar bien. 

Friday, February 17, 2017

La bibliografía de tu vida


Debido a mi trabajo, me expongo ocasionalmente a bibliotecas de personas ausentes. Trabajo en una librería que vende libros de segunda mano, y no siempre estos libros con historias llegan a la puerta, hay que buscarlos. No siempre estos libros se buscan en cajas, hay que sacarlos de su nicho en un hogar, y a este acto de usurpación se debe esta reflexión.

Hoy visité un hogar. Llegar a una casa a buscar libros a veces es incómodo. Hay gente que no deseaba desprenderse de su biblioteca, pero suceden muchas cosas que los obligan a ello. A veces, estas personas te ven tocar cada libro con recelo, fruncen el ceño, y permanecen en silencio, resignados. La vida te pone al frente ciertos procesos, y no todas las veces puedes cargar con tus libros, por lo cual el kindle es bendito por viajeros. Llegué a una biblioteca grande, bonita, con mobiliario de madera. Al principio, pensé que podía simplemente meter todo en cajas y embalar, pero encontré un poemario de Antonio Machado, una edición vieja de Rayuela, y mi mente comenzó a dar vueltas. Por supuesto, la biblioteca tenía su sección profesional donde estaban los serios y formales libros de administración, contabilidad y otros de psicología. Me asombré de la cantidad de material bibliográfico sobre temas exactos. Me entusiasmé con unos libros de Stephen Hawking, personaje al que admiro, y sentí la empatía del fanático. Cayeron al suelo tarjetas, cartas, marcalibros de librerías que no existen o han cambiado de dueño, postales y fotografías familiares. Allí, agarraba cada libro más despacio, como el arqueólogo que cepilla un hueso. Libro tras libro, en segundos, pensaba en las páginas que habían sido dobladas, dejado abiertas toda la noche, o quizás, nunca leídas. Toda esa energía transmitida al papel hecha nostalgia ajena y embalada para ser comercializada. Cada persona construye una vida palmo a palmo, se desarrolla, aprende, construye una familia, viaja, envejece, vive, y si es lector, algún libro lo acompañará en cada acción. La bibliografía de su vida no es cualquier cosa.

La vida me enseñó a tener respeto por los libros, por las obras de los autores y por los gustos literarios de la gente, sea lo que sea. Hoy reflexiono sobre lo que significa dejar la biblioteca atrás, para mudarse, cambiar de vida, de país, de amigos. Tu biblioteca dice mucho de ti, de tus preocupaciones, tus pasatiempos, tus inquietudes. Como tal, merece respeto, cada libro, cada estante, cada recuerdo que forma parte de ese espacio que hacemos templo. Con ese respeto aprendido trato cada libro con historia que llega a la librería. Un libro con historia tiene en él la energía del que lo amó, el que lo detestó, las repisas en las que estuvo y la historia que cuenta, un libro tiene dignidad. Como pichón de librera, es un mandamiento resguardar el espíritu de la librería, mantenerlo, defenderlo, y parte de ésto consiste en no prostituir las historias.

La persona que dejó atrás esta biblioteca me pidió que los libros llegaran a buenas manos, y así cuidaré que sea. Un librero es un escudero de historias.

Thursday, February 16, 2017

Sensaciones

Mamá me decía que el helado se comía luego de visitar la tienda de telas. Era uno de mis paseos favoritos de la infancia: ir a comprar telas al centro de la ciudad. Luego de salir del metro, caminar unas cuantas cuadras, atravesar zonas de ruidos ya familiares, sortear unas cuantas alcantarillas y bolsas de basura se abría ante mí una paleta deliciosa de colores y texturas. Podíamos pasar horas viendo telas. Claro, para una niña la experiencia era diferente. Yo no pensaba en costos o la facilidad de la costura, yo pensaba en si la tela era suavecita y podía dormir sobre ella.
Pensando en sensaciones esa es la primera escena que viene a mi memoria. Le siguen las manos en la tierra, las arepitas de barro y jugar con el yeso sobrante de alguna reparación casera. Toda mi vida he amado las burbujas, la espuma, los líquidos espesos como el chocolate caliente y las texturas gelatinosas como los malvaviscos. No concibo una persona que pase por la vida sin disfrutar texturas y colores. Pienso en sensaciones, visualizo en texturas y siento en colores. En mi mente todas las sensaciones se mezclan en imágenes. Quizás por eso tengo la facilidad para abrirme a textos poéticos, la imagen forma parte de mi existencia, aún antes de saber qué era eso.
Adoro tocar, lamer, escuchar cómo suena algo al frotarse, oler y hasta podría decir que arder. Adoro ver arder el papel. Suelo quemar muchas cartas, más de las que deberían terminar en cenizas. Alguien me dijo que soy muy golosa…le respondí que es mi forma de vida. Soy muy golosa…para todo. Mis cinco sentidos siempre están curiosos de estímulo. Ver una obra de arte impactante, probar un merengue cremoso, pisar la arena mojada o la grama, la tierra húmeda en mis manos al hacer jardinería, el cuerpo del ser amado…
¿No es acaso la vida un constante experimento? Un parque temático que no se repite...
¿Es el hombre como raza un punto en un campo de paralelas?
Sí. No. Todo está conectado. Creo firmemente que una persona viva, vibrante, sabe apreciar la belleza en su entorno, y la busca constantemente. Si no
¿Para qué nos fueron dados los sentidos tan finamente engranados?
La vida misma es un impacto ensordecedor, estremecedor y enceguecedor absolutamente bello. Observa, escucha en silencio, palpa, prueba. Vive. El protocolo, las dietas, las normas castrantes y otros inventos de la mente humana (nótese que no digo pensamiento) sólo sirven para neutralizar nuestras sentidos y dormir nuestro espíritu. Un espíritu despierto y alegre come, salta, experimenta, prueba.

Siente. Vive.