Sunday, June 16, 2013

Adagio

A veces, el universo te envía maestros fugaces. En esta ocasión, un hombre -tuitero- se acercó y se alejó en menos de tres semanas. Mi acupunturista sólo me dijo que estaba descompuesta y tuve que decirle por qué. Muchos han coincidido que no vale la pena ni unas líneas aqui; otros, me dicen que yo tuve la culpa. Yo decido pensar más allá, porque luego de llegar a la tradicional frase: "Pendejo, tú te lo pierdes" que en mis 20 era el punto final, en mis 30 no es suficiente. Esta persona se acercó de una manera particular. A pesar de decir que leyó este blog de pies a cabeza, donde me confieso una romántica sin remedio y dramática por gusto, no se le ocurrió llegar con una flor, ni siquiera virtual, ni un chocolate. Luego, si se fijó muy bien que mi compañera de trabajo estaba muy emocionada por una salida, por supuesto, a ella si le decían Buenos días y Buenas noches, le regalaron una flor y se referían a ella con apodos cariñosos. A mi me llegaron hablando de tuiteras y qué opinaba yo de ellas, haciéndome sentir en una edición The Bachelor XL. A mi no me invitaron a salir, me dijeron: "Hoy cenamos." Y qué hay de malo si yo quería una pregunta y sonreír leyéndola al teléfono? Si el nivel de cortejo en mi vida ha sido bajo y los detalles son los ladrillos de la base. Eso no importa si leyó todo este blog y a pesar de hablar de mucha franqueza sólo dejó de escribir justo cuando era yo la que iba a preguntar para salir. Y aqui viene el plato fuerte del asunto, la frase: "porque así somos los dictadores como tu papá y como yo." Sucede que yo no deseo otra imagen autoritaria en mi vida, me cansé de que no me preguntaran qué deseaba comer en mi adolescencia, me cansé de que la cordialidad y el cariño fuera en una sola dirección. También, músico, me dijiste: "tú sabrás por qué te altera una invitación" Y eso es lo que te agradezco. Agradezco que no haya salido de mi cabeza este episodio por días. Una amiga me dijo que escribiera lo que no quería, para estar más clara. Aqui estoy, con mi naríz goteando el llanto de mi alma de princesa triste, aclarando lo que no deseo. No deseo en mi vida un dictador. Me niego a ser madre de mi pareja, por eso odio el "mami" que no venga de un hijo. No deseo un hombre frío, desierto de detalles, porque yo creo firmemente que las pequeñas cosas construyen. No deseo a un hombre que no exprese lo que siente, porque yo no soy adivina. No deseo a un hombre irresponsable, adicto, ni vividor, ni tóxico. Para lo demás, hay cosas que pueden -y deben- negociarse. Espero que estas líneas le respondan al Universo que me hizo encontrar su tarjeta el viernes mientras buscaba el teléfono de un vendedor. Una tarjeta que tenía al menos 2 años en un tarjetero que nunca reviso. Y nunca supe si te gustaban las panquecas...

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