Friday, April 6, 2012

El ángel de cuatro patas


Ya no recuerdo el motivo por el que llegué tan tarde ese día a la estación.  Mi madre me crió de una manera desenfadada y me decía siempre que si pensaba cosas desagradables, pues estas sucederían, por eso debía siempre caminar tranquila y sin estar mirando para todos lados con miedo.  Pero esa noche, por alguna razón, tenía miedo.  Cerraron la puerta de la estación de metro a mis espaldas, mire alrededor y, salvo algunas personas que salieron conmigo, no había otra señal de vida.  Supongo que en ese momento invoqué a los ángeles, como me enseñaron, porque de algún lado salió un perrito.
Era un perro mediano, algo flaco, pero fuerte.  Su pelaje estaba enredado, pero limpio.  Lo miré y le sonreí, él (o ella, no miré abajo) hizo lo mismo y se dio la vuelta caminando adelante.  Pensé que iba a salir por otra calle al ver que no le ofrecía nada, pero me sorprendió que iba caminando delante de mí y se paraba en los cruces, miraba hacia atrás y me esperaba para cruzar.  Recuerdo que pasamos por un grupo de hombres embriagados, un indigente y otro grupo sospechoso, yo seguía observando si el perrito se desviaba en alguna parte.
Me di cuenta que lo que sucedía no era normal cuando el perrito se detuvo en la reja del edificio donde vivo.  Mi expresión no era normal, pero a esas horas sólo deseaba llegar a casa y comer algo.  Como humana que soy, con mis reservas, le dije al perrito que le agradecía su compañía, pero no podía dejarlo entrar.  Le dije que me esperara, porque lo que si podía hacer era bajarle algo de comer.  Subí corriendo las escaleras y baje algo de comida, pero ese angelito se había ido.  Abrí la reja para mirar por la cuadra, pero estaba desierto.
Me enseñaron a creer en ángeles, sobre todo en aquellos que no son tan notables.  Muchas veces los ángeles no son preciosos, ostentosos o se acercan a ti con bondad.  Muchas veces, debes ver mas allá.  Alguien me dijo una vez que todo aquello que rompe con la normalidad es un milagro.  Que un perrito me haya escoltado hasta la puerta de mi casa esa noche, fue un milagro. 
No pude dejar de pensar en aquellos días cual sería su suerte, su origen también.  Quizás una familia que tuvo que dejarlo en el camino, una perrita que parió en la calle, un desalmado que dejo abandonado los cachorros…Pero veo con alegría que en estos tiempos de egoísmo y agresividad unos con otros, hay gente trabajando por estos animalitos.  Los llaman, callejeritos o mestizos, porque su raza no es pura.  Me pregunto cómo me llamarían a mí que tengo raza negra, india y caucásica si el mundo fuera al revés, si al más puro estilo del Planeta de los simios, este fuera el planeta de los perros.  Si un perrito llamado Cesar dejara a un lado su bondad porque su dueño lo maltrato y se diera cuenta que muchas veces, los perros son más inteligentes que los humanos.  Y si Cesar nos mandara a las humaneras, una analogía de perreras, y nos expusieran como carnes en un supermercado.  A mí me tuvieran que sacrificar porque soy gordita, ojos cafés y cabello rebelde.  Nadie me querría por lo que ven, y no tuvieran la oportunidad de quererme porque no podría abrazarlos a través de las rejas.  Quizás mi única oportunidad fuera mi mirada. Quizás solo unos buenos perros observaran mas allá de mis ojos y se dieran cuenta que puedo ser buena compañía. 
No he podido tener un perrito, pero sonrío cuando veo a los vecinos pasear sus mestizos, y ellos mueven la cola…los ángeles también mueven la cola.

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