Toda mi vida he sido curiosa. Fui criada con un criterio de “prueba
primero, decide después” y con el tiempo he aprendido a dosificar mi interés
por lo que me inquieta.
Luego de escuchar un poco el discurso de apertura del nuevo
Abasto Bicentenario en Zona Rental, decidí hacer un poco turismo de aventura
por esos predios donde la izquierda radical predomina. Fui a conocer uno de los logros
revolucionarios vestida de colores neutros, con apenas una bandolera a la
cintura, esperando encontrar un
supermercado sencillo y sin pretensiones, quería comparar precios de los
artículos y ver con mis ojos el supuesto bienestar socialista.
La entrada es horrorosa.
Un camino de tierra, sin paisajismo, sin adornos más que banderines
rojos, mi ánimo iba en descenso, pero ya me encontraba en el lugar, había
caminado unos 100 metros bajo el sol del mediodía, tenía que salir de allí al
menos con una galleta. Al traspasar el umbral la cosa cambia, pero no alienta
mucho por un grupo de personas que se pelean con un guardia por unos
electrodomésticos de Mi casa equipada.
Comencé a sentir el aire acondicionado y me percaté del piso de
porcelanato. A mi alrededor unos locales
vacíos que prometen una farmacia, bancos del gobierno. Sigo avanzando y me tropiezo con una tienda Ecology,
así, en inglés, donde venden muchos artículos imperialistas a precios de
burguesía. Una cava que cuesta más que
mi quincena y chaquetas de los Leones del Caracas por 1000 Bs. Medio salario
que no enriquece ni empobrece a nadie.
Más allá veo un café Venezuela, bien ambientado, pero sin el
menor trazo de atención. Dos chicas con
el ánimo de Garfield un lunes me miraban como zombies, yo sonreía ante la
novedad, pero me rendí a los segundos y pedí par de barras de chocolate que
luego boté porque, sinceramente, no son de buena calidad. Conté 10 guardias con armamento largo,
custodiando el recinto, me asombré al ver la firma del Presidente como
decoración de los ascensores. Una Sra. Me preguntó por mi cara y yo dije: Qué
bonito! Me sentía como una infiltrada en la URSS. No me alcanzó la quijada para el segundo
nivel, luego de pasar la rampa de aeropuerto, vi una serie de locales propios
de cualquier centro comercial: Hush Puppies Outlet, Black Store, Wrangler,
Churro Mania y una tiendita de regalos estilo Hallmart con globos, peluches y
confites. Prometiendo que volvería por unos Hush Puppies a Bs. 350, entre en el
supermercado como tal. Tiene disposición
de un Walmart, electrónica y computación a la izquierda. Pasillos repletos cual tienda de Punto Fijo,
Televisores de todos los tamaños Panasonic, Sony, Samsung, Etc. Luego viene el departamento de oficina,
Hogar, Ropa, Cosmeticos y termina con los alimentos. En la sección de ropa para damas, solté una
carcajada al ver una Chiquinquirá de cartón tamaño natural promocionando los
jeans Hugo Espina, me pregunto si la animadora de Despierta América conoce de
su presencia en el establecimiento. Los precios no varían considerablemente con
otros establecimientos comerciales, no encontré gran diferencia salvo con unos
recipientes de plástico a Bs. 18 que me parecieron buenos para traer mi
almuerzo.
Vi muchos rostros de satisfacción, relajados. Me pregunto si
estas personas se sienten más respetados en el Bicentenario que en un EG o en
un CM, los veo ignorantes, con el velo, pensando que son mejores tratados por
el personal uniformado de rojo. Veo a
los ovejos ir contentos al matadero, con vendas en los ojos. Siempre he pensado que el hombre que no busque
su desarrollo y su confort vino con genes defectuosos. Me gusta creer que la humanidad desea su
progreso. Quiero creer que mi pueblo
venezolano es inteligente y sabe que todo este parapeto barroco que ha
consumido los recursos de la nación debe morir.
Quiero creer que vamos a recuperar nuestra autoestima para no dejar que
nos traten como pendejos y sabemos
reconocer la diferencia de un modelo que sólo guarda las apariencias. Un modelo que es creado por el Estado sólo
para tapar los ojos del pueblo mientras los gobernantes prueban las mieles del
capitalismo debe cesar.
Quiero creer que vamos a asumir el reto de dejar de ser
mendigos para convertirnos en ciudadanos de una tierra llena de riquezas que no
ha sido valorada.
Fidel siempre quiso un Wallmart. Venezuela siempre ha querido que la valores, este país no es una dama barata.
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