Tuesday, October 16, 2012

Lo que la abuela nunca me dijo


Hice un episodio de rabieta cuando vi que mi mamá regaló mi cocinita. Medía poco más de 1 metro, tenía ollas, jarras, vasos, y hasta un juego de té.  En el respaldo tenía su campana y unas cortinas con flores, los gabinetes eran verde guisante y traía unas figuras de alimentos para jugar. 
Tuve una cocinita, una aspiradora, varios bebés que hacían pipí, burbujas y demás. También tuve maquillaje de niña y un ken que era polígamo y hasta zoofilico, de eso me daría cuenta tiempo después, para mí, macho era macho y no importaba si era peluche o era Barbie. Creo que todas hemos tenido juguetes similares. En estos días conversaba con una amiga que fuimos criadas para ser la ama de casa perfecta, cocinar, lavar, barrer y atender a los niños.  Mamá siempre me decía que me iba a casar con un buen hombre, profesional, educado y culto. Creo que a todas nos dijeron lo mismo alguna vez.
Fuimos criadas como princesas, unas más que otras, con cortinas de Disney y Barbies que se botaban cuando el cabello se dañaba por el shampoo.  Creo que todas nos probamos los tacones de mamá y recibimos algún regaño por gastar el perfume.
A mí nunca me dijeron que estaba bien dejarse llevar de vez en cuando si tomas precauciones.  No recuerdo haber escuchado que los chicos tatuados y con pulseras de púas lloraban, y lo vi.  Un buen amigo de la universidad tenía el cabello largo, una guitarra llevada y se vestía siempre de negro, fumaba como chimenea y me hacía reír y aconsejaba como pocos en mi vida. Nunca escuche en las conversaciones femeninas de cocina acerca de las fantasías sexuales o los anticonceptivos. Por tener las conversaciones de la tía abuela en la cabeza, me devané los sesos cuando me enteré,-seis meses después- que mi novio era casado.  Y a mi madre le brillaron los ojos cuando escuchó a aquel decirme que fuera escogiendo la tela para el vestido de novia porque El había llegado. 
El vestido, la casa y el perro es una fantasía que se lleva en el cromosoma X.  Hombres y mujeres por igual sufren la presión de la gran boda, el gran esposo o esposa, los hijos y la hipoteca.  Las abuelas nunca te dicen que quizás debas ir contra lo que has estado escuchando toda tu vida. Quizás tu príncipe no es azul, viene en burro o sólo te toca besar sapos hasta que termines amargada y sola.  Quizás te enamoras de un hombre casado, quizás te gusta un casado que sólo te busca como bastón emocional cuando tiene un problema que no puede hablar con su mujer, la que tira bien, pero no sabe escuchar.  La abuela nunca me dijo que Sexo mata sentimientos, que los hombres prefieren amoblar su infierno antes de luchar por su paraíso. La abuela nunca me dijo que quizás yo fuera usada. 
Me gustaría que las abuelas nos ensenaran a defendernos, a creer en nosotras mismas. En vez de bebés y cocinitas nos regalaran kits de doctora, maletines y si regalan juegos de te, que sean para alentarte a ser diplomática. Ojalá la confianza en nuestra femeneidad se inculcara desde temprano para no andar lidiando con miedos cuando nos baja la regla por primera vez. Ojalá tuviéramos abuelas modernas, que nos dijeran que tiremos con los que nos de nota, con precaución, pero siendo una dama y comportándonos como tal.
Ojalá, las abuelas, madres, tias dejaran de ser las hadas del cuento y nos pusieran los pies en la tierra para vivir sin remordimientos sin fundamentos.  Ojalá pudiéramos borrarnos el disco duro de tantas utopías y comprender que, definitivamente, no es lo que deseas, es lo que necesitas, lo que te hace felíz.

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