Friday, January 11, 2013

Con la cabeza baja

Mi supervisor me entregó la mopa con el carrito.  Cuando miré el recipiente del agua estaba totalmente opaca, miré a aquel chico que si acaso tendría 5 años más que yo con una expresión de miedo...el hizo una mueca que parecía ser una sonrisa, bajo la cabeza y salió del sanitario.

Yo tenía 19 años, pero la mentalidad de una adolescente malcriada de 13.  Un desastre natural se había tragado mi universidad y mientras las autoridades decidían qué hacer con nosotros, me tocó buscar un empleo de estudiante.  Por supuesto, terminé en una cadena de comida rápida muy famosa.  Mis compañeros eran estudiantes y jóvenes que no sabían que hacer con sus vidas.  Unos chicos fumaban, otros se drogaban y yo era la más ingenua a la que todos miraban con un pájaro desplumado que cayó mojado en medio de la selva. Asi fue como terminé limpiando el sanitario de hombres.

Recuerdo que lo primero que hice fue cambiar el agua de aquel carrito.  Me puse los guantes y comencé por lo que me parecía más fácil: cambiar las bolsas de las papeleras. Lo más difícil fue recoger los papeles usados del piso, aún odio entrar a un baño público y ver semejante espectáculo, lo odio.

Por primera vez limpiaba un baño y no era el mio. Mamá nunca fue dedicada a enseñarme las labores del hogar, no sé si por torpeza o por consentimiento. Fue cuando empezó a enfermar que yo me ocupé de las labores, porque cuando viví sola en el interior del país tenía muchacha de limpieza pagada por la empresa en la que trabajaba.  Al vivir sola me tocó completar mi entrenamiento y así fue como poco a poco despejé ciertas áreas, nació en mí cierta fobia a los recuerditos y demás pericos propios de las fiestas familiares y abrí mi mente a la decoración zen. Menos es más. Menos adorno es más rapidez al limpiar.

Me detuve unos segundos cuando me tocó limpiar las tazas todas salpicadas. En el fondo, quería botar todo lo que estaba utilizando, pero ya había botado varios paties de pollo en la estación de fritura esa semana y no era conveniente seguir arrojando el dinero de la empresa a la basura. Me tocó ver tazas sucias, cerrar los ojos y halar la palanca, allí fue cuando comprendí lo similares que somos todos. Cuando llegué al orinal fue épico, nunca había visto uno tan de cerca y me causó extrañeza el semejante tamaño del artefacto. Dejé de último el piso y allí fue donde entendí por qué mamá odiaba las mopas. A partir de ese momento, también las odié.

Luego de finalizar mi tarea y mi guardia, me estaba cambiando en la zona de casilleros cuando las chicas hablaban de sus faenas y yo solté que eso de lavar el baño de los hombres no me parecía correcto. Silencio. La chica de mayor seniority me dijo que había una empresa especial para la limpieza que se ocupaba de ello en el día-mi horario era nocturno- y ninguna de ellas habían realizado semejante tarea.  Novatada.

Lo gracioso del asunto es que muchos años después le agradezco a mi supervisor esa tarea. Ha sido la única vez que me ha tocado lavar un baño público, pero fue suficiente para comprender muchas cosas...

Hoy en día veo la actitud de ciertas personas y comprendo que es bueno limpiar mierda ajena aunque sea una vez en la vida.

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