Hace un
rato, como cada miércoles, me acerqué a una feria de vegetales y frutas que se
establece a una cuadra de mi residencia. Hace un rato, como cada miércoles, vi los
paquetes de catalinas en el puesto de cobro, pero esta semana decidí llevar un
paquete. Esta semana también decidí no cruzar en la esquina del mercadito, sino
caminar una cuadra más, para revisar si ha llegado harina a un local que
siempre tiene ofertas. Escucho unas bolsas al pasar por una central telefónica.
Sé lo que significa ese sonido. Desde hace un tiempo ya no son los perros
solamente los que escarban la basura. Volteo. Una figura oscura -de tez y ropa-
está inclinado, escarbando. Suspiro y busco las catalinas en mi bolsa de yute. “Y
un cambur”, pienso. Una catalina y un cambur en mi mano. Pienso que la catalina
debería ir en una bolsita o una servilleta, pero no suelo agarrar muchas bolsas
y no podía soltar las otras catalinas sobre los tubérculos…
“-Señor,
tome.
[La figura
se yergue y voltea. El hombre no llega a 50 años, está delgado, no famélico,
delgado. Tiene ojos redondos, ojos de bebé, pienso. Ojos de bebé asustado. Me
impresionó su mirada. No me había fijado lo que me impresionaría aún más. Yo lo
miro a sus ojos redondos un par de segundos y veo al interior de mi bolsa de
yute mientras me excuso.]
-Ay, disculpe, no tengo una bolsita o una servilleta…
[Extiendo
el brazo hacia él y él extiende su mano hacia mí. Su mano llena de pequeños
gusanos blancos. Esos gusanos que cubren la carne podrida luego de un par de
días. Hace un intento de limpiarse en sus pantalones sucios. Sé que hice una
expresión. No pude evitarlo. ]
-Dámelo
así…Dios te cuide.”
Sí, Dios
me cuida. Es cierto. Soy yo la estuve en la posición de ayudar. Pero la
impotencia me apretó la garganta. La impotencia y el asco. Tengo fobia a los
gusanos, se me aceleró el pulso y calculé mal cruzando la calle. Solo un susto, por la imagen de los gusanos que no deberían estar en las manos de ninguna persona.
Disculpa,
desconocido, no tengo una servilleta. Tampoco tengo un país que vele por tus
derechos humanos y tu dignidad. Solo tengo un territorio convertido en un
pranato, con una élite militar y un grupo de gente dedicada a lavar dinero comprando
todas las mansiones de Valle Arriba y otras zonas que veían con resentimiento
cuando su cuenta bancaria estaba en rojo, sin hablar de propiedades en otros países.
Solo tengo odio, resentimiento e ignorancia. Solo tengo un país podrido como esa basura que hurgan varios buscando comida, pero los gusanos tienen todos colores, rojos, naranjas, amarillos, verdes y blancos. Solo tengo un poquito de esperanza
porque Donald Trump sentenció este régimen en el que corres el peligro de deshumanizarte
poco a poco. Ya no nos asombramos por embarazadas comiendo de la basura. Ya no
nos asombra ver tiendas totalmente en dólares, cuando Venezuela no está
dolarizada legalmente.
Como
preludio a este episodio, en un taller al que asisto en la mañana, mis compañeros dijeron con
cierto pudor que comían arepa sola, y la profesora habló de la Pira (Amaranto)
como opción nutritiva y sin costo: “mientras estos tiempos de carencia pasan”. Hasta hallacas hicieron
en diciembre, comenté, con sarcasmo. Al terminar la clase, entré en una
distribuidora totalmente dolarizada en una zona popular, con el asombro de enterarme que aceptan
quarters, dimes y monedas de five cents.
Disculpe,
desconocido, no tengo una servilleta. Tengo este campo de concentración en este
lado de la ciudad mientras, cruzando la cloaca, hay estacionados Ferrari, Audi
y Mustangs. Ya no sé en realidad qué tengo, desconocido…solo sé que hoy no fui
yo la que tuvo las manos llenas de gusanos. Pero nadie está a salvo de ello
mientras esté aquí adentro.
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