Wednesday, February 12, 2020

Disculpe, no tengo una servilleta


Hace un rato, como cada miércoles, me acerqué a una feria de vegetales y frutas que se establece a una cuadra de mi residencia. Hace un rato, como cada miércoles, vi los paquetes de catalinas en el puesto de cobro, pero esta semana decidí llevar un paquete. Esta semana también decidí no cruzar en la esquina del mercadito, sino caminar una cuadra más, para revisar si ha llegado harina a un local que siempre tiene ofertas. Escucho unas bolsas al pasar por una central telefónica. Sé lo que significa ese sonido. Desde hace un tiempo ya no son los perros solamente los que escarban la basura. Volteo. Una figura oscura -de tez y ropa- está inclinado, escarbando. Suspiro y busco las catalinas en mi bolsa de yute. “Y un cambur”, pienso. Una catalina y un cambur en mi mano. Pienso que la catalina debería ir en una bolsita o una servilleta, pero no suelo agarrar muchas bolsas y no podía soltar las otras catalinas sobre los tubérculos…
“-Señor, tome.
[La figura se yergue y voltea. El hombre no llega a 50 años, está delgado, no famélico, delgado. Tiene ojos redondos, ojos de bebé, pienso. Ojos de bebé asustado. Me impresionó su mirada. No me había fijado lo que me impresionaría aún más. Yo lo miro a sus ojos redondos un par de segundos y veo al interior de mi bolsa de yute mientras me excuso.]
-Ay, disculpe, no tengo una bolsita o una servilleta…
[Extiendo el brazo hacia él y él extiende su mano hacia mí. Su mano llena de pequeños gusanos blancos. Esos gusanos que cubren la carne podrida luego de un par de días. Hace un intento de limpiarse en sus pantalones sucios. Sé que hice una expresión. No pude evitarlo. ]
-Dámelo así…Dios te cuide.”
Sí, Dios me cuida. Es cierto. Soy yo la estuve en la posición de ayudar. Pero la impotencia me apretó la garganta. La impotencia y el asco. Tengo fobia a los gusanos, se me aceleró el pulso y calculé mal cruzando la calle. Solo un susto, por la imagen de los gusanos que no deberían estar en las manos de ninguna persona. 
Disculpa, desconocido, no tengo una servilleta. Tampoco tengo un país que vele por tus derechos humanos y tu dignidad. Solo tengo un territorio convertido en un pranato, con una élite militar y un grupo de gente dedicada a lavar dinero comprando todas las mansiones de Valle Arriba y otras zonas que veían con resentimiento cuando su cuenta bancaria estaba en rojo, sin hablar de propiedades en otros países. Solo tengo odio, resentimiento e ignorancia. Solo tengo un país podrido como esa basura que hurgan varios buscando comida, pero los gusanos tienen todos colores, rojos, naranjas, amarillos, verdes y blancos. Solo tengo un poquito de esperanza porque Donald Trump sentenció este régimen en el que corres el peligro de deshumanizarte poco a poco. Ya no nos asombramos por embarazadas comiendo de la basura. Ya no nos asombra ver tiendas totalmente en dólares, cuando Venezuela no está dolarizada legalmente.
Como preludio a este episodio, en un taller al que asisto en la mañana, mis compañeros dijeron con cierto pudor que comían arepa sola, y la profesora habló de la Pira (Amaranto) como opción nutritiva y sin costo: “mientras estos tiempos de carencia pasan”. Hasta hallacas hicieron en diciembre, comenté, con sarcasmo.  Al terminar la clase, entré en una distribuidora totalmente dolarizada en una zona popular, con el asombro de enterarme que aceptan quarters, dimes y monedas de five cents.
Disculpe, desconocido, no tengo una servilleta. Tengo este campo de concentración en este lado de la ciudad mientras, cruzando la cloaca, hay estacionados Ferrari, Audi y Mustangs. Ya no sé en realidad qué tengo, desconocido…solo sé que hoy no fui yo la que tuvo las manos llenas de gusanos. Pero nadie está a salvo de ello mientras esté aquí adentro.


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