Monday, January 21, 2013

La vida como un erizo


De esta aventura en blogger gané a mi mejor amiga.  Aunque no voy a fiestas, no bailo, no tomo socialmente con la frecuencia de una mujer normal y soltera de 30, soy ácida y a veces ermitaña, pues por alguna razón le agrado.  Cosa curiosa que haya decidido acercarse a un erizo como yo. Y más curioso aún que haya leído un libro muy parecido a mí y me insistió hasta el fastidio que lo leyera. El libro que estoy leyendo se llama La elegancia del erizo, de Muriel Barbery.
Hoy me pregunté cuántos erizos estaremos por allí, algo malhumorados porque no somos tan populares y agraciados.  Una persona erizo, por experiencia –y pueden leer el libro para comprenderlo- se enconde tras una imagen de dureza, aún cuando su interior sea muy blando.  En el libro, una “tosca” portera y una “ácida” adolescente tratan de burlar al mundo  escondiendo su  inteligencia.  La portera llamada Reneé tiene una sola amiga y la creen una vulgar conserje. La amiguita, llamada Paloma, se encuentra en una crisis existencial a los 13 años porque no le ve el sentido a la vida.  La historia se compone de las impresiones de estas dos personalidades muy similares.  Particularmente, disfruto mucho de los capítulos de la adolescente, quizás porque tiene algunos de mis rasgos, como la ácidez en mis palabras.  El punto culminante de la historia se alcanza cuando llega un nuevo vecino al edificio, es un japonés muy sensible que sabe Ver en estas dos mujeres la verdadera belleza.  No he terminado el libro, me han dicho que el final de Reneé no es agradable…pero quise escribir esto pensando que Reneé es felíz, porque en la página que la dejé anoche, lo es.
Mirando unos profundos ojos azules una noche en la gabarra GP-23 de PDVSA escuché un mensaje que era muy importante para mi en el 2004.  No recuerdo las palabras exactas para citarlo, pero el mensaje era que tenía que ponerme “dura” o no iba a sobrevivir en ese ambiente.  Los obreros de la gabarra me veían levantando una ceja.  En ese momento era una jovencita pálida, con mechas color miel y un tono de voz bastante moderado.  Hice mi mejor esfuerzo para que me empezaran a tomar en serio.  Con algo de práctica fui avanzando hasta cambiar mi paso, mis ademanes y hasta mi tono de voz, mi lengua aprendió a gesticular groserías, mis manos aprendieron saludos masculinos y un día llegó la tan esperada frase “Eres uno de los nuestros, un macho más”.  Cuando volví a casa, tuve que quitarme algo del lastre, pero aún no logro quitarme la dureza en mi rostro.  Muchas veces me han dicho que camino con el ceño fruncido, con cara de “culo” como se conoce coloquialmente por estos lares.  A veces, cuando me pongo a pensar en universos paralelos donde tengo otra vida que me hubiera gustado tener, pienso en cuántas personas he espantado en estos últimos años. No me martirizo al respecto, porque también sé que también espanto a las personas que no son indicadas para mí, pero a veces duele.  No soy tan aburrida como cree la gente…y aún cuando en casa sólo tengo CD´s de música clásica y lírica, también disfruto algo menos acartonado.  Se acerca el 14 de febrero y como es de esperarse, los erizos nos acurrucamos solos esa noche.  Es sólo una fecha, pero es LA fecha, porque ves desfilar ramos de flores, cajas de bombones y demás cursilerías que a una le gustaría recibir. Y es en estas fechas cuando uno piensa que la vida no debería ser tan complicada para los que decidimos ser como somos, sin estar tratando de agradar al montón. Lastimosamente, ser auténtico tiene su precio y no todo el mundo está preparado para serlo o para estar con personas auténticas.  Por eso los erizos somos solitarios.
Sin embargo, quiero sonreír porque una vez en Los Roques, con mi madre,  vimos un grupo de erizos en la orilla, el agua es muy cristalina y no es necesario googles para ver.  Mi mamá sonrío y me dijo:
-Los erizos son muy bonitos, la gente les tiene miedo, pero ellos no tienen la culpa de tener espinas, así los hizo Dios.

Thursday, January 17, 2013

Detalle...

"Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, sino en el deseo de dormir junto a alguien.
La insoportable levedad del ser (Kundera Milan)

Friday, January 11, 2013

Con la cabeza baja

Mi supervisor me entregó la mopa con el carrito.  Cuando miré el recipiente del agua estaba totalmente opaca, miré a aquel chico que si acaso tendría 5 años más que yo con una expresión de miedo...el hizo una mueca que parecía ser una sonrisa, bajo la cabeza y salió del sanitario.

Yo tenía 19 años, pero la mentalidad de una adolescente malcriada de 13.  Un desastre natural se había tragado mi universidad y mientras las autoridades decidían qué hacer con nosotros, me tocó buscar un empleo de estudiante.  Por supuesto, terminé en una cadena de comida rápida muy famosa.  Mis compañeros eran estudiantes y jóvenes que no sabían que hacer con sus vidas.  Unos chicos fumaban, otros se drogaban y yo era la más ingenua a la que todos miraban con un pájaro desplumado que cayó mojado en medio de la selva. Asi fue como terminé limpiando el sanitario de hombres.

Recuerdo que lo primero que hice fue cambiar el agua de aquel carrito.  Me puse los guantes y comencé por lo que me parecía más fácil: cambiar las bolsas de las papeleras. Lo más difícil fue recoger los papeles usados del piso, aún odio entrar a un baño público y ver semejante espectáculo, lo odio.

Por primera vez limpiaba un baño y no era el mio. Mamá nunca fue dedicada a enseñarme las labores del hogar, no sé si por torpeza o por consentimiento. Fue cuando empezó a enfermar que yo me ocupé de las labores, porque cuando viví sola en el interior del país tenía muchacha de limpieza pagada por la empresa en la que trabajaba.  Al vivir sola me tocó completar mi entrenamiento y así fue como poco a poco despejé ciertas áreas, nació en mí cierta fobia a los recuerditos y demás pericos propios de las fiestas familiares y abrí mi mente a la decoración zen. Menos es más. Menos adorno es más rapidez al limpiar.

Me detuve unos segundos cuando me tocó limpiar las tazas todas salpicadas. En el fondo, quería botar todo lo que estaba utilizando, pero ya había botado varios paties de pollo en la estación de fritura esa semana y no era conveniente seguir arrojando el dinero de la empresa a la basura. Me tocó ver tazas sucias, cerrar los ojos y halar la palanca, allí fue cuando comprendí lo similares que somos todos. Cuando llegué al orinal fue épico, nunca había visto uno tan de cerca y me causó extrañeza el semejante tamaño del artefacto. Dejé de último el piso y allí fue donde entendí por qué mamá odiaba las mopas. A partir de ese momento, también las odié.

Luego de finalizar mi tarea y mi guardia, me estaba cambiando en la zona de casilleros cuando las chicas hablaban de sus faenas y yo solté que eso de lavar el baño de los hombres no me parecía correcto. Silencio. La chica de mayor seniority me dijo que había una empresa especial para la limpieza que se ocupaba de ello en el día-mi horario era nocturno- y ninguna de ellas habían realizado semejante tarea.  Novatada.

Lo gracioso del asunto es que muchos años después le agradezco a mi supervisor esa tarea. Ha sido la única vez que me ha tocado lavar un baño público, pero fue suficiente para comprender muchas cosas...

Hoy en día veo la actitud de ciertas personas y comprendo que es bueno limpiar mierda ajena aunque sea una vez en la vida.

Wednesday, January 9, 2013

Signos




Cuántas veces hemos pasado de largo ante los signos de la vida? Quizás una brisa sospechosa, una mirada, un guiño, un roce de manos…un dibujo.  Cuántas oportunidades hemos dejado de largo por no abrir bien los ojos del alma?
Suelo buscar signos en cualquier lado. Cuando era pequeña, mamá y yo descansábamos en la grama a ver las nubes en el parque, siempre discutíamos, pero me enseñó a ver formas y asociar ideas. Concibo las formas como una creación de tu mundo interno, algo de psicología hay allí en esa maniobra divertida de hacer trazos en la arena y tratar de delinear  vapor de agua. Los signos son lo que tu sabiduría, poca o mucha, te quiera decir.  No hablo de las flechas de cruce o las marcas de ropa, hablo de esos pequeños toques de Dios que a veces alejamos nosotros mismos en esta vorágine cotidiana.
En la fila del supermercado todos miraban su cesta, su celular, los anaqueles…por lo general, yo observo a la gente. Hace unos días, un abuelito estaba delante de mi en la fila y noto que miraba fijamente una bolsa de pan pita que llevaba por antojo. No le pregunté nada por no ser odiosa, pero el abuelito me preguntó curioso: “eso que es?”  Me extrañé, pero recordé que yo conocí el pan pita hace poco tiempo.  Cuando le respondí que era un pan como cualquiera me soltó un “Ahhh”  que me hizo gracia, parecía un niño pequeño.  Cuando salí del supermercado vi a unos metros al señor andando poco a poco, lo alcancé y le extendí una pieza de pan.  Le vi la cara de asombro como quien abre un cofre por vez primera y lo agarró de una manera muy especial, no tuvo reparo en si agarraba el pan sin servilleta, si había tocado dinero unos segundos antes, me agradeció con una sonrisa y le dio un mordisco. 
Tuve la elección de no prestarle atención a un anciano más en la fila del supermercado.  Quizás ya había preguntado a alguien más…los signos llegan a la persona que deben tocar, adentro.

Tuesday, November 20, 2012

Felicidad venezolana

Mi alrededor se convierte en una fila eterna. Fila para entrar al metro, fila para comprar el boleto, fila para salir del metro, fila para pagar servicios, comida, medicamentos, fila para el banco, clinica, cine, panadería. Y como nos acostumbramos a esperar sin reclamar mayor eficiencia, parece no molestarnos hacer una fila para comprar un pollo.  Veo al pueblo arrodillado ante un sistema que carece de argumentos, es sólo el desvarío de un payaso triste y resentido.  Veo al pueblo mendigando becas y regalías sin trabajar.  Veo lo que somos y hemos sido siempre, ese pueblo al que se refería mi profesor de Geografía Económica de 8vo grado, un pueblo flojo. Si, somos flojos.  Aunque alguien me diga que hay madres que salen a las 4am a trabajar y que el ferrocarril se llena de gente con ojeras que se pelea por un puesto para sus pies cansados. Somos flojos porque la única esperanza de progresar antes que este daño avanzara, fue rechazada. La rechazaron porque esa opción era tener un trabajo.  La rechazaron porque en este país es dificilísimo conseguir un jóven que desee trabajar los fines de semana, porque los fines de semana son sagrados.  Este es un país de gente jóven que prefiere el reggaetón a la buena música, prefiere regodearse con mujeres operadas que andar con mujeres inteligentes, y si, este es un país donde el 55% es una persona mediocre, floja, resentida y cobarde.

Duele que la gente que sea trabajadora, que tenga vision y quiera un porvenir de desarrollo sea la minoría.  Duele pensar que esos niños del 55% que nunca han conocido otro presidente, crezcan pensando que esto es normal, porque el núcleo malformado y corrupto en el que se desenvuelven, no tiene aspiraciones, prefiere hacer una cola al sol por unos realitos antes que ganárselos con el sudor de su frente.  Duele pensar que esos niños criados por esos mediocres son el futuro de esta "Patria Nueva".  El hombre flojo, ordinario, sin cultura, sin aspiraciones, ese es el hombre nuevo.

Y más irónico es que un país que se va por un barranco de desidia y populismo sea uno de los más felices del mundo.  Recuerdo que somos los más felices al salir a la calle con miedo de que me maten, porque asaltarme ya no es suficiente.  Vivo en una tierra de nadie esquivando fanáticos por las calles, ineptos en cargos públicos y asesinos que nunca serán apresados porque los pranes manejan a los líderes a su antojo.

Somos flojos porque ese millón de votantes que se abstuvieron en las zonas de oposición no lo perdono.  Somos flojos porque ese hombre que vendió su voto por miedo, por una nevera, por un carro barato o por un puesto no se atrevió a confiar que sí puede salir adelante por sus capacidades, decidió seguir pegado a una teta que no le proporciona ni certeza.

Duele, duele mucho...pero esa es la felicidad venezolana.

Tuesday, October 16, 2012

Lo que la abuela nunca me dijo


Hice un episodio de rabieta cuando vi que mi mamá regaló mi cocinita. Medía poco más de 1 metro, tenía ollas, jarras, vasos, y hasta un juego de té.  En el respaldo tenía su campana y unas cortinas con flores, los gabinetes eran verde guisante y traía unas figuras de alimentos para jugar. 
Tuve una cocinita, una aspiradora, varios bebés que hacían pipí, burbujas y demás. También tuve maquillaje de niña y un ken que era polígamo y hasta zoofilico, de eso me daría cuenta tiempo después, para mí, macho era macho y no importaba si era peluche o era Barbie. Creo que todas hemos tenido juguetes similares. En estos días conversaba con una amiga que fuimos criadas para ser la ama de casa perfecta, cocinar, lavar, barrer y atender a los niños.  Mamá siempre me decía que me iba a casar con un buen hombre, profesional, educado y culto. Creo que a todas nos dijeron lo mismo alguna vez.
Fuimos criadas como princesas, unas más que otras, con cortinas de Disney y Barbies que se botaban cuando el cabello se dañaba por el shampoo.  Creo que todas nos probamos los tacones de mamá y recibimos algún regaño por gastar el perfume.
A mí nunca me dijeron que estaba bien dejarse llevar de vez en cuando si tomas precauciones.  No recuerdo haber escuchado que los chicos tatuados y con pulseras de púas lloraban, y lo vi.  Un buen amigo de la universidad tenía el cabello largo, una guitarra llevada y se vestía siempre de negro, fumaba como chimenea y me hacía reír y aconsejaba como pocos en mi vida. Nunca escuche en las conversaciones femeninas de cocina acerca de las fantasías sexuales o los anticonceptivos. Por tener las conversaciones de la tía abuela en la cabeza, me devané los sesos cuando me enteré,-seis meses después- que mi novio era casado.  Y a mi madre le brillaron los ojos cuando escuchó a aquel decirme que fuera escogiendo la tela para el vestido de novia porque El había llegado. 
El vestido, la casa y el perro es una fantasía que se lleva en el cromosoma X.  Hombres y mujeres por igual sufren la presión de la gran boda, el gran esposo o esposa, los hijos y la hipoteca.  Las abuelas nunca te dicen que quizás debas ir contra lo que has estado escuchando toda tu vida. Quizás tu príncipe no es azul, viene en burro o sólo te toca besar sapos hasta que termines amargada y sola.  Quizás te enamoras de un hombre casado, quizás te gusta un casado que sólo te busca como bastón emocional cuando tiene un problema que no puede hablar con su mujer, la que tira bien, pero no sabe escuchar.  La abuela nunca me dijo que Sexo mata sentimientos, que los hombres prefieren amoblar su infierno antes de luchar por su paraíso. La abuela nunca me dijo que quizás yo fuera usada. 
Me gustaría que las abuelas nos ensenaran a defendernos, a creer en nosotras mismas. En vez de bebés y cocinitas nos regalaran kits de doctora, maletines y si regalan juegos de te, que sean para alentarte a ser diplomática. Ojalá la confianza en nuestra femeneidad se inculcara desde temprano para no andar lidiando con miedos cuando nos baja la regla por primera vez. Ojalá tuviéramos abuelas modernas, que nos dijeran que tiremos con los que nos de nota, con precaución, pero siendo una dama y comportándonos como tal.
Ojalá, las abuelas, madres, tias dejaran de ser las hadas del cuento y nos pusieran los pies en la tierra para vivir sin remordimientos sin fundamentos.  Ojalá pudiéramos borrarnos el disco duro de tantas utopías y comprender que, definitivamente, no es lo que deseas, es lo que necesitas, lo que te hace felíz.

Saturday, October 6, 2012

Fidel siempre quiso un Wallmart


Toda mi vida he sido curiosa. Fui criada con un criterio de “prueba primero, decide después” y con el tiempo he aprendido a dosificar mi interés por lo que me inquieta. 
Luego de escuchar un poco el discurso de apertura del nuevo Abasto Bicentenario en Zona Rental, decidí hacer un poco turismo de aventura por esos predios donde la izquierda radical predomina.  Fui a conocer uno de los logros revolucionarios vestida de colores neutros, con apenas una bandolera a la cintura, esperando encontrar  un supermercado sencillo y sin pretensiones, quería comparar precios de los artículos y ver con mis ojos el supuesto bienestar socialista.
La entrada es horrorosa.  Un camino de tierra, sin paisajismo, sin adornos más que banderines rojos, mi ánimo iba en descenso, pero ya me encontraba en el lugar, había caminado unos 100 metros bajo el sol del mediodía, tenía que salir de allí al menos con una galleta. Al traspasar el umbral la cosa cambia, pero no alienta mucho por un grupo de personas que se pelean con un guardia por unos electrodomésticos de Mi casa equipada.  Comencé a sentir el aire acondicionado y me percaté del piso de porcelanato.  A mi alrededor unos locales vacíos que prometen una farmacia, bancos del gobierno.  Sigo avanzando y me tropiezo con una tienda Ecology, así, en inglés, donde venden muchos artículos imperialistas a precios de burguesía.  Una cava que cuesta más que mi quincena y chaquetas de los Leones del Caracas por 1000 Bs. Medio salario que no enriquece ni empobrece a nadie.
Más allá veo un café Venezuela, bien ambientado, pero sin el menor  trazo de atención. Dos chicas con el ánimo de Garfield un lunes me miraban como zombies, yo sonreía ante la novedad, pero me rendí a los segundos y pedí par de barras de chocolate que luego boté porque, sinceramente, no son de buena calidad.  Conté 10 guardias con armamento largo, custodiando el recinto, me asombré al ver la firma del Presidente como decoración de los ascensores. Una Sra. Me preguntó por mi cara y yo dije: Qué bonito! Me sentía como una infiltrada en la URSS.  No me alcanzó la quijada para el segundo nivel, luego de pasar la rampa de aeropuerto, vi una serie de locales propios de cualquier centro comercial: Hush Puppies Outlet, Black Store, Wrangler, Churro Mania y una tiendita de regalos estilo Hallmart con globos, peluches y confites. Prometiendo que volvería por unos Hush Puppies a Bs. 350, entre en el supermercado como tal.  Tiene disposición de un Walmart, electrónica y computación a la izquierda.  Pasillos repletos cual tienda de Punto Fijo, Televisores de todos los tamaños Panasonic, Sony, Samsung, Etc.  Luego viene el departamento de oficina, Hogar, Ropa, Cosmeticos y termina con los alimentos.  En la sección de ropa para damas, solté una carcajada al ver una Chiquinquirá de cartón tamaño natural promocionando los jeans Hugo Espina, me pregunto si la animadora de Despierta América conoce de su presencia en el establecimiento. Los precios no varían considerablemente con otros establecimientos comerciales, no encontré gran diferencia salvo con unos recipientes de plástico a Bs. 18 que me parecieron buenos para traer mi almuerzo.
Vi muchos rostros de satisfacción, relajados. Me pregunto si estas personas se sienten más respetados en el Bicentenario que en un EG o en un CM, los veo ignorantes, con el velo, pensando que son mejores tratados por el personal uniformado de rojo.  Veo a los ovejos ir contentos al matadero, con vendas en los ojos.  Siempre he pensado que el hombre que no busque su desarrollo y su confort vino con genes defectuosos.  Me gusta creer que la humanidad desea su progreso.  Quiero creer que mi pueblo venezolano es inteligente y sabe que todo este parapeto barroco que ha consumido los recursos de la nación debe morir.  Quiero creer que vamos a recuperar nuestra autoestima para no dejar que nos traten como pendejos  y sabemos reconocer la diferencia de un modelo que sólo guarda las apariencias.  Un modelo que es creado por el Estado sólo para tapar los ojos del pueblo mientras los gobernantes prueban las mieles del capitalismo debe cesar.
Quiero creer que vamos a asumir el reto de dejar de ser mendigos para convertirnos en ciudadanos de una tierra llena de riquezas que no ha sido valorada.
Fidel siempre quiso un Wallmart.  Venezuela siempre ha querido que la valores, este país no es una dama barata.